EL RECREO

Los errores al despachar medicamentos.

La muerte de dos menores por un error en la entrega de un fármaco engloba un asunto mucho más complejo: los errores de medicación. En Colombia hubo casi 15 mil equivocaciones en ocho años, aunque muy pocas generaron daños severos. Expertos hacen un llamado a evaluar el rol de las droguerías.

Han sido días difíciles para Droguerías Cruz Verde. Desde que el pasado viernes se conoció el error que había cometido una de sus auxiliares farmacéuticas en la entrega de un medicamento y que ocasionó la muerte a dos menores de edad, las críticas de los usuarios se han multiplicado. En redes sociales varios pacientes protestaron porque en algún momento han recibido medicinas equivocadas o porque el tiempo de espera ha superado el límite de su paciencia. Hasta hace un par de días la empresa, que reconoció su responsabilidad y abrió sus puertas para ser investigada, continuaba en comité de crisis. “Lo que sucedió es una tragedia”, dice una alta funcionaria de la compañía.

Aunque el caso de la madre que recibió Tramadol, un potente opioide, en vez de Albendazol, un popular antiparasitario, muestra, como admitió Cruz Verde, un grave desconocimiento de los protocolos que deben seguir quienes dispensan medicinas, también revela un problema usual en el mundo farmacéutico y que desde hace décadas inquieta a los farmacoepidemiólogos: los errores al prescribir y entregar medicamentos.

Se trata de un problema que, como lo señaló la Organización Mundial de la Salud (OMS) hace cuatro meses, genera un costo anual de US$42.000 millones. En un mundo en el que cuatro de cada diez pacientes sufren complicaciones en la atención primaria de salud y en los servicios ambulatorios, los errores más frecuentes y perjudiciales, advertía esa entidad, están relacionados con el diagnóstico, la prescripción y el uso de medicamentos.

Quienes suelen trabajar e investigar sobre medicinas saben que en el uso de fármacos hay una larga cadena con eslabones frágiles y responsabilidades compartidas. Es un asunto que suelen dividir en dos grandes escenarios: el hospitalario y el ambulatorio (es decir el referente a la entrega de medicinas en droguerías), en el que, según Pedro Amariles —doctor en Farmacología y miembro del grupo de promoción y prevención farmacéutica de la U. de Antioquia—, entran en juego varias etapas: desde la fabricación hasta la prescripción, la dispensación y el uso correcto que le debe dar cada paciente. En todas se pueden cometer errores que conlleven graves desenlaces.

Es difícil saber con precisión en cuál punto de esa gran cadena, en el caso ambulatorio, suelen cometerse más equivocaciones en Colombia, pero algunos investigadores han tratado de detallarlos. En 2016 Jorge Machado-Alba, Juan Carlos Moncada y Paula Andrea Moreno-Gutiérrez , del grupo de investigación en farmacología de Audifarma, publicaron algunas pistas en la revista Biomédica. Tras revisar los “errores de medicación” generados en los servicios prestados a 6,5 millones de personas durante ocho años (de 2005 a 2013), encontraron que se habían registrado 14.873 equivocaciones.

La mayoría de errores se presentaron en el momento de la revisión de la fórmula médica. Encontraron que hubo 5.512 casos. Otros 4.631 estuvieron relacionados con la dispensación del medicamento. En más de 1.600 el usuario fue el responsable de la equivocación. En total, apuntaron, el 83,6 % de los errores estuvieron relacionados con las características del medicamento (nombre, concentración, vía de administración) y solo el 3,5 % fue atribuido a problemas en el etiquetado. El 15,5 % de esos errores realmente llegaron a los pacientes. El 0,7 % de los registros causaron daño a los usuarios.

En el ámbito hospitalario el control suele ser más estricto. Pese a ello, también hay reportes de equivocaciones. Los profesores Yira Constanza Cortázar, José Gilberto Orozco y José Julián López, de la Facultad de Medicina y del Departamento de Farmacia de la U. Nacional, analizaron la base de datos de los reportes de un programa de seguridad de pacientes en una IPS y encontraron que la omisión de medicamentos o dosis había sido el error más frecuente (42,8 %), seguido por las reacciones adversas (20,9 %). Los incidentes con daños fueron los más usuales (61,2 %) seguidos por los incidentes sin daño (38,8 %). Sus resultados los publicaron en la Revista Colombiana de Ciencias Químico-Farmacéuticas a mediados del 2019.

Pero más allá de estas cifras, a los ojos de López, director del Centro de Información de Medicamentos de la U. Nacional, estos casos deberían conducir a una discusión mucho más profunda sobre la manera en que se están dispensando medicinas en Colombia. “Los errores de medicación en el ámbito hospitalario están más controlados y hay personal calificado y programas de seguridad de pacientes, pero en el caso ambulatorio no hay un sistema de vigilancia adecuado. El objetivo de las droguerías es vender medicamentos; no dispensarlos, que es un acto profesional. Deberían estar reguladas, porque son una rueda suelta en el sistema de salud”, advierte.

El incidente generado en el punto de Cruz Verde también le deja varias inquietudes a Carlos Calderón, profesor de farmacología de la U. del Rosario. “¿Quiénes atienden en estos puntos son el personal idóneo? ¿Los pacientes están recibiendo suficiente información sobre lo que consumen?”, se pegunta. “Creo que no. En otros países, como España, hay un farmacéutico que le explica al usuario todo lo que debe saber sobre el medicamento: horarios, efectos secundarios, fármacos que pueden interferir con su terapia… Acá nos limitamos a entregarlos y en muchos casos se entregan mal”.

A partir de una serie de trabajos epidemiológicos hechos en la década del 90 los errores de medicación empezaron a generar verdadera preocupación. En varios de ellos participó Lucian Leape, médico y profesor en la Escuela de Salud Pública de la U. de Harvard. En uno, publicado en 1991 el New England Journal of Medicine, era honesto con lo que estaba sucediendo: “Los errores en la práctica médica son comunes (…). El error es inherente a toda actividad humana [pero] en sistemas altamente técnicos y complejos, los errores humanos pueden tener consecuencias desastrosas”. Por eso, en vista de lo que podía desencadenar una pequeña equivocación, concluía con una invitación con sentido de urgencia: se deben sumar todos los esfuerzos posibles para prevenir esos errores y reducir sus efectos.

el espectador.com

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